viernes, 18 de enero de 2008

Sobre los Dolores de la Virgen en Abarán


LOS DOLORES DE LA VIRGEN, UN RICO PATRIMONIO
Jose S. Carrasco Molina
Revista de la Semana Santa de Abarán

Es verdad que los misterios que nos presenta nuestra fe cristiana son, en ocasiones, algo difícil de ser interiorizados y asumidos por nosotros que, al fin y al cabo, somos seres de carne y hueso a los que unos acontecimientos tan grandes y tan fuera de lo lógico y racional nos desbordan.

Es por eso por lo que la Iglesia siempre ha tenido que valerse de medios que, entrándonos por nuestros sentidos, puedan ayudar a esa interiorización de cosas tan inescrutables. Y la música, la literatura, la pintura, la escultura... han sido y siguen siendo vehículos para cumplir esa finalidad: llevar a la mente y al corazón del hombre,
de naturaleza débil y limitada, los misterios de la fe.

En nuestro pueblo, como en todo el orbe cristiano, en lo referente a los misterios de la pasión y muerte de Cristo, contamos con esas imágenes, algunas de gran valor artístico, que desfilan en procesión en nuestra Semana Santa. De todas las bellas artes, es aquí la escultura la que sirve de vehículo de lo grandioso y casi incomprensible.

Pero también en este pueblo, hay algo que no nos entra por la vista, sino por los oídos, y que nos lleva hasta lo trascendente, porque nos recuerda este hecho de la Pasión de Cristo, pero visto desde la perspectiva de su Madre, y ese algo son los Dolores de la Virgen, sus siete Dolores. Estas piezas, combinación de una música deliciosa y de una letra tremendamente expresiva, nos ayudan a digerir e interiorizar las diferentes etapas que recorre María en su particular vía dolorosa. Si los unimos a las sencillas estrofas que, acompañadas por un sonsonete aún más sencillo, suenan en el Vía Crucis de la Procesión de Penitentes, tendremos dos ejemplos bien patentes de lo que es llevar al pueblo la Pasión desde la perspectiva de María y de su Hijo.

Centrándonos, porque ello es el objeto de esta publicación, en los Dolores de María, forman parte del patrimonio de este pueblo, pues se vienen cantando desde hace un siglo y es por ello, por lo que varias generaciones han compartido los sentimientos de dolor y belleza al mismo tiempo que destilan. Hay que transportarse con la imaginación a los años 40, por ejemplo, y asomarse a una iglesia repleta de fieles durante el Novenario a la Virgen de los Dolores y oír las palabras rotundas del predicador de turno que, desde el púlpito, iba desgranando los Dolores de María en un esfuerzo por hacerlos valorar o revivir en unos cristianos que acudían cada tarde puntuales a esa cita año tras año. Eran funciones muy largas pero que se hacían cortas porque se daban la mano la cuidada retórica de aquellos predicadores y la belleza musical que llegaba desde el coro a los oídos de tantos fieles que cada tarde rezaban, meditaban y gozaban al mismo tiempo.

Hoy casi todo ha cambiado. La iglesia ya no está ni mucho menos repleta de fieles, los predicadores ya no dominan el arte de la oratoria como los de antaño, pero siguen sonando desde el coro esos Dolores, aunque sólo sea en la festividad de la Virgen de esta advocación. Y, si esto se mantiene, justo es reconocer que se debe al empeño de José David Molina, entusiasta seguidor de la valiosa herencia del compositor, David Templado, quizás el patrimonio más valioso que nos queda en este pueblo. Y, junto a él, a un grupo de coristas que también se sienten satisfechos de contribuir a que esta riqueza no desaparezca.

Se ha tratado bastante sobre el valor musical de estos Dolores, sobre su armonía y muchos otros aspectos técnicos que los hacen realmente hermosos. Pero en este artículo vamos a centrarnos en la letra que sirve de sustento a esa música inigualable, y que también es algo digno de destacar.

Ignoramos quién es su autor. Lo que sí parece claro es que estas estrofas son anteriores a 1900 y que quizás se tomaron de un breviario que el compositor David Templado repasaría en la casa de su padre, Pepe Juan, que tenía una biblioteca religiosa bastante abundante, pues sus raíces cristianas eran muy firmes.

Si analizamos estas estrofas desde el punto de vista métrico, en su mayoría son, o bien redondillas (estrofas de cuatro versos octosílabos que riman 1º con 4º, 2º con 3º), o bien cuartetas (estrofas de cuatro versos octosílabos que riman 1º con 3º, 2º con 4º). La rima es consonante, aunque no siempre es perfecta.

Si hacemos un recorrido, aunque no pormenorizado, por los siete Dolores, hay que decir, en primer lugar, que casi todos ellos tienen más de una versión, distinta en letra y música (salvo el cuarto que repite la misma letra cambiando sólo la música) . Forman, por ello un retablo variado que, entrando por los oídos, y con la contemplación de la Virgen de los Dolores en el altar, llegaba y sigue llegando hasta el corazón de los fieles.

El Primer Dolor recoge la escena de la profecía de Simeón, ese varón “justo y piadoso” como lo llama San Lucas en su Evangelio. Es él quien, al llevar María a su Hijo al templo para cumplir con el rito de la presentación, le anuncia el trágico final de ese niño(“una espada atravesará tu alma”). Tres versiones hay de este dolor. Las tres recogen la imagen de la espada adjetivada como penetrante o descrita como de dos filos o de tristura (tristeza) en la tercera y casi desconocida versión. El uso de los adjetivos es, como en todos, tremendamente expresivo. Y es de destacar la referencia al Niño como “tierno infante” en contraste con la “espada penetrante” (debilidad frente a sufrimiento). Igualmente los versos “pasar” o “traspasar” o “partir” materializan y hacen más plástico el efecto que en su corazón tendría el anuncio de Simeón. La tercera versión es la única que nos da algún dato físico de la Virgen, cuando habla de “pálido semblante”. Las dos primeras versiones descubren el significado de la profecía, y hablan de la muerte, en el segundo caso con un adjetivo “acerba” que significa cruel; por el contrario, en la tercera, queda como sobreentendido ese significado, como algo que no hace falta descubrir porque ya se presiente, al igual que queda velado el nombre del anciano, refiriéndose a él como “vidente”. Hay que dejar constancia desde el principio de la abundancia de adjetivos en todos los Dolores, lo cual ayuda a hacer más expresivo el mensaje, y además que la mayoría van antepuestos al nombre, posición que es mucho más literaria que la posposición.
1
Cuando anunció Simeón
la muerte del tierno Infante,
fue espada tan penetrante
que pasó tu corazón.





2
Al presentar en el templo
al Hijo de vuestro amor,
una espada de dos filos
traspasó tu corazón.
Con aquella profecía
que te anunció Simeón
mostrándote de tu Hijo
su acerba muerte y pasión.

3
Con pálido semblante
escuchas del vidente
palabras que tu mente
bien pronto comprendió.
La infausta profecía
que su labio murmura
espada es de tristura
que tu pecho partió.

El Segundo Dolor recoge la huida a Egipto. Y conocemos dos versiones. La primera es mucho más sencilla limitándose a recoger el hecho de manera casi totalmente objetiva, como una crónica periodística, resaltando sólo el uso de un adjetivo “dolorida”, el único elemento lírico de la estrofa. Sin embargo, la segunda es mucho más plástica y sentimental. Nos da a entender la situación de dolor y sufrimiento interno y externo por el que pasó toda la familia huyendo de Herodes. Son dos cuartetas métricamente perfectas. Hay en esta versión imágenes muy expresivas, como “el Hijo de sus entrañas”, o la comparación del pecho como un “hondo abismo”, que además es acentuado por el último verso “del más grande sentimiento”. Pero quizás lo más destacable es la expresión “maternal heroísmo”, que parece algo contraproducente, pues el heroísmo y la fortaleza más bien parecería algo propio del varón en la visión tradicional; sin embargo, aquí se le atribuye a María. Todo el Dolor está lleno, además de palabras que nos dan adecuada idea de la tragedia vivida: el verbo huir (que ya indica irse para alejar algún peligro), el adjetivo “perseguida”, la expresión “tierras extrañas”, o los sustantivos pesar, tormento, abismo o sentimiento. En resumen, un bello cuadro de desgarramiento, potenciado aún más cuando se le acompaña de la sugerente música.
1
Entre sustos y temores
a Egipto huís dolorida
por que no pierda la vida
Jesús en manos de Herodes.




2
Huye a Egipto perseguida
cruzando tierras extrañas
sólo por salvar la vida
del Hijo de sus entrañas.
Con maternal heroísmo
del pesar sufre el tormento
y es su pecho un hondo abismo
del más grande sentimiento.


El Tercer Dolor (Jesús perdido y hallado en el templo) tiene dos versiones muy diferentes. En la primera de ellas, se quiere hacer tan partícipe a los fieles de la situación de aflicción de María, que se usa la primera persona, como si el fiel cristiano tuviera frente a frente a María y estuviera contemplándola en Jerusalén de un lado para otro preguntando por su Hijo. Otra vez un adjetivo de connotación negativa (afligida) y dos contraposiciones: vuestro/nuestro, perdido / hallado. Frente a esta versión más sencilla y sobria, la segunda es muy diferente y tiene elementos extraños al resto de Dolores. Se conserva manuscrita y por ello debe ser posterior a los que están editados. Apunta Antonio Yelo la posibilidad de que esta letra sea debida a la pluma de ese cura que tantas letras puso a la música de David Templado y que fue Don Juan Belmonte. Al margen de las expresiones que son mucho más “relamidas” que en el resto, la gran novedad es la introducción del diálogo entre la Virgen y las doncellas a las que pregunta por el paradero de Jesús. Ya la descripción de la cara de María es llamativa, con sus cabellos rubios y rizados (blondos rizos) y su color apagado (pálido el semblante); ello junto a la expresión de profunda preocupación (anhelante) nos dibuja a una mujer bella pero desfigurada en este momento por su desesperación. Tras esta descripción, lo más original, la apelación en imperativo a las “castas doncellas “ (como si dijéramos “buenas mujeres”) para que, por favor, le digan si han visto a su Niño. Y, como es necesaria una descripción del mismo para que ellas lo identifiquen, esta es algo hiperbólica o exagerada, pues el único dato que da es su blancura , que es tanta como la de un armiño, mamífero que se caracteriza por su piel blanquísima. Y, al final, la invocación adquiere tintes de fuerte súplica no admitiendo el silencio: “decídmelo, por Dios”. Es un fiel retrato físico e interior de la mujer desesperada que busca lo que más quiere.



1
¡Oh, qué afligida os encuentro
buscando en Jerusalén
vuestro Hijo, nuestro bien,
perdido y hallado en el templo!

2
Sueltos sus blondos rizos
y pálido el semblante
buscando va anhelante
al Hijo que perdió.
- Decidme, castas doncellas,
si habéis visto a mi Niño,
es blanco cual armiño,
decídmelo, por Dios.

Del Cuarto Dolor (Jesús por la Calle de la Amargura) sólo tenemos una versión literaria (aunque hay tres musicales) Y esta versión es muy breve, limitándose a una cuarteta, en la que se incide en una Virgen llorando. Y se cae en lo que se llama pleonasmo, es decir, usar algunas palabras innecesarias (llora con llanto). Pero, además, para reforzarlo aún más, el adjetivo prolijo (muy largo). La caracterización de la Virgen viene aquí expresada no por adjetivos, sino por dos sustantivos (vida y dulzura) que contrastan fuertemente con esa amargura, que da nombre a la fatídica calle que recorre Cristo en su pasión. Aquí María pasa a un papel de espectadora y abandona el papel protagonístico que ha tenido en los tres Dolores anteriores. Es una más entre aquella multitud que contempla el paso de ese Mesías que llevarían a la Cruz.
Llora con llanto prolijo
María, vida y dulzura,
viendo que cruza su Hijo
por la Calle de Amargura.

El Quinto Dolor (La Crucifixión de Jesús) tiene dos versiones. La primera es también más simple y descriptiva; la segunda, más compleja y dramática, como ocurre en todos los casos. La primera se limita a dibujar lo esencial, aunque con rotundas palabras, que inciden en la extrema dureza a que se somete al cuerpo de Cristo. Y se establece un paralelismo entre la situación del Hijo y la de la Madre. Pues los clavos atraviesan a uno físicamente y a la Madre interiormente. Se usa el epíteto (adjetivo innecesario) “duros “ aplicado a clavos y el verbo tan expresivo “traspasar”, todo ello además, hecho “sin compasión”. En los versos referidos a María, otra vez se repite la misma imagen del primer dolor. Si allí fue el anuncio de Simeón, la espada que pasó el corazón, aquí son los clavos clavados a Cristo los que producen el mismo efecto. La segunda versión es una escenificación de ese momento. Y es una llamada a la imaginación de los fieles para que recreen la escena del Calvario: Cristo en la Cruz (madero santo) y al pie, la madre llorando, con ese llanto que antes era prolijo y ahora es amargo, un paso más en el dolor. Los últimos cuatro versos tiene un cierto valor metafórico, pues se compara la situación de fortaleza en el dolor de María, con una ingente (grande) palma, es decir como si fuera una palmera que, a pesar de que sople el viento fuerte, a pesar de los embates que la mueven de un lado para otro, permanece firme sin desfallecer. El contraste entre la situación de su alma (destrozada) y la fortaleza interior (ni se rinde ni se abate) busca suscitar en los fieles esa reciedumbre ante la adversidad que debe mantener el que mira a la cruz de Cristo.
1
Con duros clavos traspasan
a Jesús sin compasión,
y a la vez con ellos pasan
de María el corazón.




2
Al pie del madero santo
se hallaba la Virgen María,
derramando amargo llanto
al ver que su Hijo moría.
Allí cual ingente palma
del dolor sufre el embate
y destrozada su alma
ni se rinde ni se abate.

El Sexto Dolor recoge la siguiente etapa en la carrera del dolor de María, y es el Descendimiento de la Cruz de su Hijo. Es sólo una cuarteta, pero con una gran valor plástico. Lo más destacable es la imagen poética que se usa para expresar la caída de la tarde, la hora en que la oscuridad vence a la luz, en que el sol ( el Astro del día) muere y se adueñan las tinieblas de lo que antes era claridad. Es una oscuridad no sólo atmosférica sino simbólica, porque viene a significar el estado en que queda el hombre y el mundo tras la muerte del redentor. En ese momento, se rompen los lazos del mundo y María otra vez se nos presenta a María no sólo llorando sino también lamentándose del final de su Hijo, al que tiene en sus brazos y está mirando. Tres protagonistas: la noche dueña de la situación; la Virgen llena de dolor; Cristo, cuerpo muerto ensangrentado sostenido por su madre. El resto ya no importa. Como, además, esta letra tan expresiva va acompañada de una música de gran efecto, que, especialmente en sus primeros compases, llega a sobrecoger, los fieles que escuchan entran dentro del misterio y comparten el dolor con María.
Muerto ya el Astro del día,
rotos del mundo los lazos,
rompe en lamentos María,
viendo a Jesús en sus brazos.

En el Séptimo Dolor se recrea ya a Jesús en el sepulcro. Hay dos versiones. En la primera, de gran fuerza literaria y musical. Se incide en la soledad de María que deja a su Hijo en el sepulcro. Para dar más fuerza a esa soledad, se le antepone el adjetivo “amarga”. La segunda versión, más explícita, comienza caracterizando a la losa con dos adjetivos que son epítetos (dura y fría); el tercer adjetivo intensifica el dolor de María, calificándolo de profundo. En la segunda cuarteta, queda María en una doble faz: por una parte, en esa amarga soledad que también se reflejaba en la anterior versión; pero, por otra, ella queda constituida como Madre de toda la humanidad. Dolor y glorificación, las dos caras de María, y las dos caras de la Pasión de su Hijo.
1
En el sepulcro escondida
tanta grandeza y bondad,
la Madre queda sin Hijo
en amarga soledad.





2
Una losa dura y fría
encierra al autor del mundo.
Queda la Virgen María
Sufriendo dolor profundo.
Deja a la que fue su vida
en amarga soledad,
y en Madre constituida
de toda la humanidad.

Este era el último peldaño en la escalera del sufrimiento de la Virgen Dolorosa que los fieles que llenaban el templo oían y vivían. Es evidente que hoy el ambiente ya ha cambiado, pero hay dos cosas que siguen incólumes: el valor artístico de estos Dolores y el mensaje cristiano que encierran. ¡Ojalá podamos seguir durante mucho tiempo oyendo estas letras con su música dentro de nuestra iglesia, de esta iglesia que en este año 2005 celebra el V Centenario de su creación como parroquia y que desde entonces ha sido foco que ha irradiado frutos cristianos por doquier!

1 comentario:

stella Alén dijo...

Gracias por transmitir esta devoción ¿La pérdida y hallazgo de Jesús niño de doce años en Jerusalén es a la vez misterio gozoso porque así DIOS confunde la soberbia de los sabios con la humildad de un niño? Es la única razón que se me ocurre.
Stella Alén.