ABARÁN, CABECERA DE UN VALLE ENCANTADOR
Jose S. Carrasco Molina
Jose S. Carrasco Molina
Pocas zonas dentro de la Región de Murcia con un paisaje tan subyugante como el Valle de Ricote. Con el río Segura como hilo conductor y razón de su ser y de su vida, seis pueblos se nos muestran cargados de historia y de futuro al mismo tiempo, pletóricos de raíces que suenan a morisco y llenos igualmente de posibilidades para el nuevo milenio que ya amanece.
Abarán se nos aparece como cabecera de todo el Valle, como estandarte y prólogo de todo un encanto que se encierra bajo la sombra de tantas palmeras y bajo el olor a azahar en unas huertas regadas con las aguas de un río y con el sudor de unas gentes que, durante generaciones, han dejado en esta tierra su impronta de laboriosidad y esfuerzo de sol a sol.
El río Segura ha sido y sigue siendo el mejor testigo de todo lo que en este pueblo ha ocurrido durante siglos. Momentos tan dolorosos y desgarradores como la expulsión de los moriscos a principios del siglo XVII o tan gloriosos como la puesta en marcha en los primeros años del siglo XX del Motor Resurrección, que, impulsando el agua de ese río, dio vida a todo un campo hasta entonces seco y que se convirtió en base de nuestra riqueza.
Abarán no es un pueblo que se adivine desde lejos; hay que toparse con él para descubrirlo. Encerrado y construido entre montañas, su configuración es todo un reto a la naturaleza, es una batalla a una orografía hostil que no fue capaz de vencer el ánimo y el tesón de los que decidieron asentarse en este rincón del Valle. Casas colgadas de unos montes que se miran en el río, cuestas y pendientes que proporcionan un sabor especial al núcleo urbano, calles estrechas que forman como un laberinto que invita al visitante a desentrañarlo. Todo ello dibuja un pueblo sugerente donde la sorpresa salta a cada momento y donde la monotonía no encuentra lugar ni hueco para el que llega a él.
Obligatoria es la visita a un Teatro Cervantes, recién restaurado, que, construido en 1926 ha sido escenario de las actuaciones más exitosas por parte de lo más selecto de cada época en lo artístico. Sus paredes rezuman, especialmente, notas de zarzuela pues, desde los años 20, en este pueblo la zarzuela ha sido la principal manifestación cultural, contando en la actualidad con una Muestra anual y con tres compañías que se dedican a no dejar perder este arte tan español.
Tras la visita al Teatro, hay que dirigirse a una de las balconadas de mayor encanto de toda la región: la Ermita. Pulmón y solaz del pueblo, ha sido el marco en el que muchas generaciones han llenado sus ratos de ocio y esparcimiento. Todo el Valle aparece a los ojos de aquel que llega a ella. Y, junto al Paseo, la iglesia dedicada a unos Patronos a los que, desde el siglo XVI, el pueblo tiene una especialísima devoción: los Santos Médicos Cosme y Damián. En los días finales de septiembre, Abarán vibra en torno a la celebración de su festividad: actos religiosos, conciertos, verbenas, zarzuela, fuegos artificiales forman un conglomerado que hace disfrutar a todas las edades. Las imágenes de Cosme y Damián, en el retablo de esta Ermita, que es la tercera construida desde el siglo XVI, son un referente y una señal de identidad en una comunidad que tanto ha acudido a ellos a lo largo de los siglos.
Si nos adentramos en la huerta, nos topamos con cuatro maravillas producto del ingenio de nuestros antepasados para conseguir regar hasta los últimos rincones de unas propiedades muy repartidas. Son cuatro norias aún en funcionamiento que siguen dando vueltas y elevando el agua de las acequias como hace siglos. Entre ellas, la Noria Grande, la de mayor diámetro de toda Europa. Cerca de ella y también en la margen izquierda, la Noria de la Hoya de Don García; y en la margen derecha del río, la Noria de Candelón y la más pequeña, la Ñorica. Son cuatro monumentos con un pasado rico en historia, pero con un presente y un futuro prometedores desde el punto de vista turístico y económico.
La Iglesia de San Pablo (S. XVI-XVIII), la Iglesia de San Juan Bautista, muestra de una nueva arquitectura, el Santuario en la Sierra del Oro, el Parque junto al río, la Plaza del Ayuntamiento, el casco viejo...son otras visitas obligadas para aquel que quiera conocer una realidad viva y sugeridora.
Y, junto al paisaje, tal vez lo más envidiable, sus gentes. Hombres y mujeres que, viviendo en un pueblo tan cerrado por las montañas, abren a todo el que llega la mano y el corazón.
ABARÁN, CABECERA DE UN VALLE ENCANTADOR
Abarán no es un pueblo que se adivine desde lejos; hay que toparse con él para descubrirlo. Encerrado y construido entre montañas, su configuración es todo un reto a la naturaleza, es una batalla a una orografía hostil que no fue capaz de vencer el ánimo y el tesón de los que decidieron asentarse en este rincón del Valle.
El río Segura ha sido y sigue siendo el mejor testigo de todo lo que en este pueblo ha ocurrido durante siglos. Momentos tan dolorosos y desgarradores como la expulsión de los moriscos a principios del siglo XVII o tan gloriosos como la puesta en marcha en los primeros años del siglo XX del Motor Resurrección, que, impulsando el agua de ese río, dio vida a todo un campo hasta entonces seco y que se convirtió en base de nuestra riqueza
Obligatoria es la visita a un Teatro Cervantes, recién restaurado, que, construido en 1926 ha sido escenario de las actuaciones más exitosas por parte de lo más selecto de cada época en lo artístico.
Tras la visita al Teatro, hay que dirigirse a una de las balconadas de mayor encanto de toda la región: la Ermita. Pulmón y solaz del pueblo, ha sido el marco en el que muchas generaciones han llenado sus ratos de ocio y esparcimiento. Y, junto al Paseo, la iglesia dedicada a unos Patronos a los que, desde el siglo XVI, el pueblo tiene una especialísima devoción: los Santos Médicos Cosme y Damián. En los días finales de septiembre, Abarán vibra en torno a la celebración de su festividad.
Si nos adentramos en la huerta, nos topamos cuatro norias aún en funcionamiento que siguen dando vueltas y elevando el agua de las acequias como hace siglos. Entre ellas, la Noria Grande, la de mayor diámetro de toda Europa. Cerca de ella y también en la margen izquierda, la Noria de la Hoya de Don García; y en la margen derecha del río, la Noria de Candelón y la más pequeña, la Ñorica.
La Iglesia de San Pablo (S. XVI-XVIII), la Iglesia de San Juan Bautista, muestra de una nueva arquitectura, el Santuario en la Sierra del Oro, el Parque junto al río, la Plaza del Ayuntamiento,... son otras visitas obligadas para aquel que quiera conocer una realidad viva y sugeridora.
Y, junto al paisaje, tal vez lo más envidiable, sus gentes. Hombres y mujeres que, viviendo en un pueblo tan cerrado por las montañas, abren a todo el que llega la mano y el corazón.
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