viernes, 18 de enero de 2008

Toponimia abaranera

TOPONIMIA ENTRAÑABLE

Según el Diccionario de la Real Academia, el adjetivo “entrañable” significa “íntimo, muy afectuoso”. Y es por ello por lo que, al menos para mí, es el más apropiado para definir lo que es, o debe ser, la vida en un pueblo pequeño como el nuestro donde todos estamos unidos por lazos de sangre o vecindad, por vivencias o recuerdos generacionales y ,además, por unos mismos lugares o rincones que recorremos diariamente.
Y en este artículo, obligada cita literaria anual con nuestras cosas, vamos a tratar de algunos de esos lugares, calles o rincones. Porque ocurre que, al igual que en el pueblo, junto al nombre y apellidos oficiales y burocráticos, todos tenemos una denominación entrañable, cercana, de andar por casa, que es el apodo, también hay muchos lugares que, junto a la denominación oficial, tienen otra con la que les ha bautizado el pueblo que, en ocasiones, es más conocida que la legal y que, incluso a veces va cambiando según las generaciones.
Por todo ello, yo he creído que merecía la pena dejar constancia por escrito (que es la única forma de que permanezcan) de algunas de estas denominaciones que, por lo general provienen de las generaciones que nos han precedido y que, en ocasiones, desconoce (y no sé si les importa demasiado) la mayoría de nuestros jóvenes.
La relación sería interminable, pues la realidad es que cada calle o incluso cada esquina puede ser bautizada incluso de forma diferente por unos o por otros. Así, por ejemplo, unos se podrán referir a la calle San Damián, como la de Atanaulfo, otros como la de los Tanas y así sucesivamente. Pero, aun contando con esta situación, sí que hay determinados rincones cuyos nombres entrañables, generalmente relacionados con algunos de sus habitantes, han ido manteniéndose generación tras generación, siendo más conocidos en ocasiones que las denominaciones oficiales y que han ido permaneciendo aunque hayan cambiado estas.
Por lo que respecta a los nombres de las calles, justo es reconocer, en primer lugar, la tarea que llevó a cabo nuestra archivera Custodia Gómez Cobarro, tan eficiente como discreta, en una conferencia impartida en 1996, en donde dibujó la evolución del nomenclator abaranero a lo largo del tiempo.
La realidad es que, tanto en el nuestro como en los demás, los nombres “oficiales” de las calles están sometidos muchas veces a los vaivenes políticos y ello no es bueno. Hay que buscar y encontrar denominaciones que estén más allá de los avatares políticos y hoy se tiende a recuperar la denominación tradicional, como se ha hecho con La Cañá, que yo en mi casa siempre he oído llamar “Cañá de las Oliveras”. Lo cierto es que en nuestro pueblo pocas calles se han librado de los cambios, sólo las de San Cosme y San Damián y alguna más.
De este listado oficial cambiante ha habido nombres que han pervivido con más fuerza. Así, aún se oye hablar a nuestros abuelos de la Calle Cánovas (denominación que abarca desde 1894 hasta 1930) que hoy es Doctor Molina y que antes ha tenido otros dos nombres. Al igual que la Calle Mayor, denominación entrañable y oficial hasta 1915 de la calle Médico Gómez. El tercer caso es la Calle Larga (actual Domingo Gómez), nombre hoy también entrañable pero que fue el oficial hasta 1910. Y otros nombres muy del pueblo que fueron oficiales y hoy son entrañables son los de Secanos y Salitre (anteriores al actual Fernando Gómez)
En muchos casos, el pueblo ha bautizado a una calle al margen de su denominación legal: así aún los más ancianos hablan de Calle del Cuartel (después General Sanjurjo y hoy Manuel Ausensi), porque allí estaba el primer cuartel de la Guardia Civil. Otro caso es el del Camino del Agua (hoy Menéndez Pelayo), cuya pendiente era conocida como la Cuesta de la Amalia de Teta, mujer que vivía donde hoy vive Sorio, casa cuya esquina también se conoce como la Esquina de la Alicia, con ese banco que ha sido y sigue siendo lugar de entrañables tertulias con el recuerdo siempre vivo del Niño de la Rosa, centro de las mismas.
Hay otras muchas esquinas que el pueblo ha bautizado en función de los que en ellas vivían. Así, la Esquina del Pacho (en la calle Dr. Molina donde vivía Luis del Pacho y hoy Antonio Carrillo); la Esquina del Morcillero (donde está hoy la Papelería Plis Plas) que se llamaba así porque allí tenía una tienda de comestibles este hombre.; la Esquina de la Lucrecia (donde hoy tiene el estanco su hija Rosita) . Y, aunque hay muchas confluencias de calles que dan lugar a cuatro ángulos rectos, cuando se habla de las Cuatro Esquinas, se trata de la confluencia entre la calle Larga y la actual Bernardo Guillamón, es decir el enlace entre los dos centros religiosos del pueblo desde el siglo XVI: San Pablo y la Ermita. Este lugar era la confluencia de cuatro casas de gente realmente entrañable: Amalia de Cachucha (alma de La Leva), Don Jesús García Candel y la familia de los Canos.
Y, más allá del Ayuntamiento, una Placeta cargada de historia, donde se encontraba el horno de la Encomienda ya mucho tiempo atrás y, donde a principios de siglo, tenía su taberna la Rosa de Jarras (bisabuela del que suscribe), lo que hizo que este lugar, hoy Placeta de Hellín, se conociera y aún hoy se distingue por nuestros mayores como Placeta de Jarras.
Y, subiendo desde esta a la Era, podemos sentarnos un tiempo aunque sólo sea para ver pasar a la gente, en la Horma de la Chota, la que se encuentra en la calle San Damián, y que se denominaba así porque vivía frente a ella una mujer apodada “la Chota” , familiar lejano de Indalecio Carrasco.
Y, en la Calle del Pino (nombre felizmente recuperado), al final, las Escaleras de Jerines, llamadas así porque allí vivía el padre de ese otro gran buscador de lo entrañable que es mi amigo, Indalecio Maquilón.
Al final todo confluye en lo que ha sido siempre el ágora de la conversación y del encuentro, el marco de tantos tratos e intercambios, La Era, hoy con un rostro realmente cambiado en lo urbanístico y en lo humano. ¡Si levantaran la cabeza aquellos que conocieron la Era del Bar de Machaco y del Jaque padre, la de la antigua Plaza de Toros (la que se anunciaba como la de más solera de la Región), la de la fábrica de los Champanes y la del Despacho Central, y la de tantas gentes entrañables que le daban vida! El nombre oficial ha cambiado mucho casi tanto como su aspecto: Alfonso XIII, República, Calvo Sotelo, Zarzuela, pero siempre ha sido y será La Era.
Se quedarán muchas más denominaciones en el tintero, aunque espero que no me pase como aquella noche de reinauguración del Cervantes, cuando, después de haber yo recitado una poesía propia, casi transportado, con música de fondo y todo, y en la que, entre otras cosas, hacía una enumeración (en endecasílabos y rima asonante en los pares) de algunos de los personajes ligados al Teatro, al mismo terminar, en el momento de estar recibiendo el aplauso más sonoro, alguien me rompe todos los esquemas, cuando desde un palco me espeta:
- ¡Se te ha olvidao Luis de la Lavera!
Son cosas de pueblo y que también tienen el sabor de lo entrañable, aunque aquí unido al menos sabroso de lo inoportuno.
Con todas estas cosas, intentamos ir construyendo y difundiendo lo que es nuestra historia en su más amplio sentido, hecha en su mayoría de pequeños detalles, de cercanas vivencias, de chispeantes anécdotas. Para conocerla, junto a la consulta de nuestros archivos documentales, se hace imprescindible la conversación siempre amena y fructífera con aquellos que acumulan más años y más experiencia. Recuperar sus memorias, poner por escrito el tesoro que ellos nos pueden transmitir debería ser tarea inaplazable para aquellos que queremos profundizar en esas seis letras que forman un nombre y un alma: ABARÁN.

JOSE S. CARRASCO MOLINA
Cronista Oficial de la Villa


Hay muchos lugares que, junto a la denominación oficial, tienen otra con la que les ha bautizado el pueblo

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