viernes, 18 de enero de 2008

Retos para un Valle

RETOS PARA UN VALLE
Es innegable que, desde ámbitos, voces y sensibilidades muy diferentes, el Valle de Ricote, nuestro Valle, está empezando a hacerse notar. Este entorno, en el que vivimos, está despertando de un prolongado letargo y ya suena fuerte en la geografía regional y se está empezando a oír en la geografía española. Y el nombre de Ricote evoca ya algo más que un personaje de la magna novela cervantina, aquel vecino morisco de Sancho que vuelve a su tierra a recoger un tesoro escondido antes de la expulsión.

A ese renacer del Valle se está contribuyendo desde numerosas instancias, oficiales y no oficiales. Y una de ellas es la de aquellos que, siendo cronistas oficiales o no, nos adentramos en la historia de cada uno de los pueblos que lo forman.

Porque una de las asignaturas pendientes de muchos de nuestros pueblos hasta hace unos treinta años era la de profundizar en su historia y divulgarla para que fuera conocida por sus gentes. Una historia rica pero que estaba esperando, como las cuerdas del arpa de la rima becqueriana, una mano que le arrancara sus notas.

Y, cuando hablamos de historia, empleamos este término en su sentido más amplio, englobando no sólo acontecimientos de envergadura o personajes de entidad política, cultural o económica, sino también sus costumbres y ritos, sus gentes entrañables, sus rasgos lingüísticos y todo lo que define el carnet de identidad de cada pueblo.

Por suerte, seguramente por el marco orográfico en que nuestros pueblos se encuentran, nuestros pueblos aún siguen siendo pueblos y en ellos el peso del pasado, de la tradición, es muy importante. Pero ello nos enfrenta a un primer reto, el de conciliar ese peso y ese interés por el devenir histórico con la mirada a un futuro que no siempre se vislumbra con optimismo. La conciliación de pasado y futuro, la compatibilización de la vista hacia atrás y la prospectiva hacia delante no sólo es conveniente, sino que se convierte en una obligación ineludible. Es muy fácil jugar con las palabras pasado, presente y futuro, pero no lo es tanto el hacerlas realidad y conjugarlas en la vida diaria de los pueblos.

Debemos ser capaces de trabajar en nuestros pueblos tanto en la creación de Museos Etnográficos como en el diseño de Polígonos Industriales, tanto en la búsqueda de documentos antiguos como en la planificación de una imprescindible diversificación económica, tanto en la evocación de nuestros personajes más entrañables como en la búsqueda de oportunidades para los jóvenes que se preparan para labrarse un porvenir.

Y la respuesta a estos retos debe venir especialmente de los poderes públicos, pero no sólo de los poderes públicos. Empresarios, trabajadores, profesionales de la enseñanza, profesionales liberales, y hasta los cronistas oficiales, todos debemos tomar como propia esta tarea de echar la vista hacia atrás y hacia delante al mismo tiempo.

En relación con la mirada hacia atrás, tomando como ejemplo Abarán, mi pueblo, se ha hecho una gran labor de descubrimiento y divulgación de su pasado y en esa labor la celebración de las cinco ediciones de los cursos “Abarán: acercamiento a una realidad”, con la publicación de sus volúmenes correspondientes, ha representado un hito que será difícil superar. Y lo más notable es el eco popular que estas actividades tuvieron, demostrando que hay interés en conocer lo que hemos sido. La edición de otras publicaciones de todo tipo, la publicación de muchos artículos en revistas diversas y la puesta en marcha de lo que se puede considerar el embrión de un futuro Museo Etnográfico, son datos muy positivos en esa mirada hacia atrás, pero hay, entre otros muchos, un reto urgentísimo que está claro con sólo pasear por nuestras calles.

Y es que estamos asistiendo, dentro de esa vorágine en la construcción que vivimos, a un cambio radical en el paisaje de nuestras calles. Y contemplamos cómo se están derrumbando casas viejas, cargadas de historia y con ellas, un gran tesoro etnográfico que, en la mayoría de los casos, pasa a engrosar las toneladas de escombros que, en potentes camiones, se va camino de alguna escombrera. Mezclados con los cimientos, las vigas, las paredes, se van también muebles, utensilios, prospectos, libros, programas de festejos…que, estudiados y seleccionados, podrían engrosar los fondos de un definitivo Museo Etnográfico, que es una necesidad cada vez más apremiante.

En un pueblo como el nuestro, con una actividad económica bastante intensa en el pasado, ya nos es imposible enseñar a nuestras generaciones más jóvenes cómo funcionaba una almazara o el mecanismo de los mazos de picar esparto o muchos de los utensilios de nuestra industria agroalimentaria. Todo se hizo escombro.

Sin pecar de catastrofismo o de alarmismo innecesarios, tenemos muy poco tiempo para reaccionar, el plazo para conservar lo poco que va quedando es muy corto. No se puede perder ni un día en la tarea de detectar, recoger, clasificar y conservar para en su día exponer, todo aquello que tenga valor etnográfico y que forma parte del carnet de identidad de un pueblo.

Pero esa tarea no se debe reducir sólo a enseres materiales sino que debe extenderse también a tantas personas entrañables que, en su larga vida, encierran vivencias y recuerdos que también forman parte del patrimonio de nuestros pueblos. Al igual que nuestras casas antiguas van cayendo, también se nos van yendo día a día esos otros monumentos entrañables de carne y hueso. Urge también una labor de investigación en el interior de sus mentes, con la conversación cordial, con la plasmación por escrito de sus recuerdos, con la grabación de sus vivencias, para que ese tesoro etnográfico que encierran no se pierda con ellos.

A estas tareas tan urgentes como necesarias estamos llamados todos los que queremos que nuestros pueblos, nuestro Valle, mantengan su carácter, su encanto y su personalidad, algo tan importante como sus palmeras, sus montañas y su río.

JOSE S. CARRASCO MOLINA
Cronista Oficial de Abarán

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