“GHANDI”, PINTOR AUTODIDACTA Y ABARANERO
No, no nos referimos al pacifista indio, sino a Joaquín Juliá Gómez, un abaranero que, a pesar de que murió joven, dejó una obra pictórica bastante abundante y que apuntaba una carrera que hubiera podido ser brillante. El apelativo con el que en Abarán se le conocía se le debe a su parecido con el actor que interpretó el personaje del pacifista indio en una película.
Pero lo más destacable de la personalidad de “Ghandi” es su autodidactismo. Apenas pudo ir a la escuela, pero ya demostró allí su maestría en el manejo del lápiz y en su adolescencia empezó a pintar y a echar fuera el genio que llevaba dentro. El Parque con su río, simpáticas escenas de la Ermita, bodegones entrañables y retratos que reflejan lo físico y lo emocional del personaje, fueron saliendo de sus pinceles y empezaron a ser valorados por sus paisanos. Toda su vida estuvo muy relacionado con el Teatro Cervantes y allí dejó algunas pinturas en el escenario, hoy ya desaparecidas, como los rostros de Ricardo Mayrat y Joan Crawford. Y, en ese teatro tan entrañable para los abaraneros, no sólo pintaba, sino que también tocaba el piano algunos domingos después de misa, mientras que sus amigos y amigas bailaban, pero eso lo hacía sin haber dado nunca ni una sola nota de solfeo. Autodidacta, por tanto, también en la música.
Volviendo a la pintura, “Ghandi” a pesar de no haber podido realizar estudios sobre este arte, cuando viajaba a Madrid, visitaba museos, observando con detenimiento, tomando apuntes para aplicarlos después en sus dibujos.
En cuanto a la técnica, usaba mucho la acuarela, cada vez más elaborada y perfeccionada con una pincelada paulatinamente más certera y la ejecución del dibujo cada vez más trabajada. Pese a su autodidactismo, la ejecución de sus cuadros se ciñe a las reglas dadas por los manuales de pintura y según las cuales todo cuadro debe tener un efecto aumentado por un colorido que se inicia de forma suave y gradual para ir tornándose más fuerte.
Había nacido en 1923 y murió muy joven, a los 28 años, después de una enfermedad con la que convivió durante nueve años. Su familia hizo todo lo humanamente posible por atajarla pero no pudo ser y con su muerte se fue un hombre de gran atractivo, elegancia, simpatía, generosidad y profundidad interior, que merece, al menos, un pequeño hueco en la historia de la pintura murciana.
JOSE S. CARRASCO MOLINA
Cronista Oficial de Abarán
No, no nos referimos al pacifista indio, sino a Joaquín Juliá Gómez, un abaranero que, a pesar de que murió joven, dejó una obra pictórica bastante abundante y que apuntaba una carrera que hubiera podido ser brillante. El apelativo con el que en Abarán se le conocía se le debe a su parecido con el actor que interpretó el personaje del pacifista indio en una película.
Pero lo más destacable de la personalidad de “Ghandi” es su autodidactismo. Apenas pudo ir a la escuela, pero ya demostró allí su maestría en el manejo del lápiz y en su adolescencia empezó a pintar y a echar fuera el genio que llevaba dentro. El Parque con su río, simpáticas escenas de la Ermita, bodegones entrañables y retratos que reflejan lo físico y lo emocional del personaje, fueron saliendo de sus pinceles y empezaron a ser valorados por sus paisanos. Toda su vida estuvo muy relacionado con el Teatro Cervantes y allí dejó algunas pinturas en el escenario, hoy ya desaparecidas, como los rostros de Ricardo Mayrat y Joan Crawford. Y, en ese teatro tan entrañable para los abaraneros, no sólo pintaba, sino que también tocaba el piano algunos domingos después de misa, mientras que sus amigos y amigas bailaban, pero eso lo hacía sin haber dado nunca ni una sola nota de solfeo. Autodidacta, por tanto, también en la música.
Volviendo a la pintura, “Ghandi” a pesar de no haber podido realizar estudios sobre este arte, cuando viajaba a Madrid, visitaba museos, observando con detenimiento, tomando apuntes para aplicarlos después en sus dibujos.
En cuanto a la técnica, usaba mucho la acuarela, cada vez más elaborada y perfeccionada con una pincelada paulatinamente más certera y la ejecución del dibujo cada vez más trabajada. Pese a su autodidactismo, la ejecución de sus cuadros se ciñe a las reglas dadas por los manuales de pintura y según las cuales todo cuadro debe tener un efecto aumentado por un colorido que se inicia de forma suave y gradual para ir tornándose más fuerte.
Había nacido en 1923 y murió muy joven, a los 28 años, después de una enfermedad con la que convivió durante nueve años. Su familia hizo todo lo humanamente posible por atajarla pero no pudo ser y con su muerte se fue un hombre de gran atractivo, elegancia, simpatía, generosidad y profundidad interior, que merece, al menos, un pequeño hueco en la historia de la pintura murciana.
JOSE S. CARRASCO MOLINA
Cronista Oficial de Abarán
No hay comentarios:
Publicar un comentario