jueves, 22 de enero de 2009

El "desocupo"

EL “DESOCUPO”
A mis amigos Adrián y Pepe,
embajador y cónsul, respectivamente,
de la esencia abaranera
más allá de la Garita.

Decía Azorín, uno de los representantes más significativos pero menos leídos de la generación del 98, en uno de los sabrosos capìtulos de su libro “Las confesiones de un pequeño filósofo”, que “en los pueblos sobran las horas”, que “hay en ellos ratos interminables en que no se sabe qué hacer”.
Esto, escrito a principios del siglo pasado, concretamente en 1904, aún conserva parte de su vigencia pues, aunque justo es reconocer que esa vorágine de prisas y de lucha contra el reloj, tan propia de la vida en la ciudad, también ha salpicado la vida de nuestros pueblos, no es menos cierto que, especialmente en las poblaciones más pequeñas, aún se puede saborear el tiempo sin devorarlo, aún es posible sacarle el jugo a cada momento sin necesidad de consumirlo de manera atropellada. Y es relativamente fácil encontrar momentos para la conversación entrañable, para la tertulia amistosa, para el “mandao” misterioso o simplemente para la contemplación pasiva y sosegada del paso y el devenir de la gente. Y eso es saborear el tiempo, masticar lentamente los minutos como dice un verso del desaparecido Ángel González.
Es por ello por lo que en estos pueblos pequeños hay lugar para el “desocupo”, o, dicho en términos cultos, para la desocupación, para el “dolce far niente” que dirían los italianos. Porque hay lugar para la contemplación, para la tertulia, para la conversación, para el saludo, para el encuentro…
Pero, observando las situaciones o el contexto en el que se usa esta expresión, haciendo de sociólogos aficionados, nos damos cuenta de que generalmente tiene un carácter peyorativo para aquel que la usa refiriéndose a otro, pues en muchas ocasiones nace de un sentimiento de cierta rabia o disgusto (a veces salpicada de una pequeña dosis de envidia) por parte de alguien que está trabajando duramente o que se considera un trabajador nato, y ve a otro sin hacer nada o, en muchas ocasiones, haciendo algo que es inútil o que no tiene ninguna finalidad práctica, a los ojos del “ocupao”.
Podríamos imaginar muchas situaciones en donde esta expresión viene a colación y es usada, generalmente así: “¡si el desocupo…!”, o “¡vaya un desocupo…!” o “¡te parece el desocupo!...”.
Cuando ahora vemos los paseos de nuestros pueblos o las riberas de nuestros ríos salpicados de gentes que hacen footing o ejercicios físicos para mantener su figura a punto, es explicable que, si muy temprano una mujer va deprisa, en plena faena de fruta, al almacén a comenzar su dura jornada, después de haber tenido que dejar la comida hecha, y se encuentra a uno de estos “deportistas”, su expresión más normal sería: “¡Vaya un desocupo!”, contraponiendo su ajetreo forzoso al ejercicio madrugador pero innecesario del “desocupao” cuya única preocupación es que los músculos se mantengan firmes o que la báscula no le dé algún disgusto.
Pero, a veces, esta expresión nace incluso como juicio peyorativo ante alguna actividad de orden cultural o intelectual del tipo que sea. Y esto es experiencia propia. Tras la publicación en Tonos Digital (revista de la Facultad de Letras de la Universidad de Murcia) de un artículo sobre “el mandao” firmado por el que suscribe, y tras la repercusión inesperada en los medios de comunicación que dicho texto tuvo, en un periódico digital, a un lector anónimo el artículo le inspiró el siguiente y expresivo comentario:
-“¡Vaya un desocupo!. Mejor se fuera a cabar”.
Sí, así puso el verbo cavar, con b. Este comentario refleja bien a las claras el alcance y la intención de esta expresión tan sugerente y ambivalente que no siempre es empleada de manera inocente, sino que en ocasiones esconde una cierta dosis de antipatía hacia el que va dirigida o, como hemos dicho antes, de cierta envidia de ver o su disfrute del ocio o su nivel de cultura o formación que no se corresponden con el del emisor de la citada expresión, que seguramente tampoco habrá cavado mucho en su vida.
En ocasiones, esta expresión nace de la extrañeza o de la incomprensión del que está o se considera muy ocupado ante algunas actividades, aficiones o hobbys del otro que no tienen, según él, ninguna finalidad útil ni ningún objetivo práctico. Entre estos hobbys estaría el recoger o coleccionar papeles antiguos como este programa que sirve de ilustración al artículo en el que se recoge la actuación nada menos que de Miguel Fleta en nuestro pueblo en 1933.Un documento de gran valor. Pero no faltan quienes, no viéndole a esto ninguna utilidad, exclaman:
- “¡Te parece el desocupo! ¡Estar siempre con papeles viejos!”
No obstante, en muchas ocasiones, esta expresión se emplea sin ninguna intención crítica, sino de una manera limpia y sin doblez. Y así la empleó la mujer de la siguiente anécdota que hace ya tiempo recogió en un maravilloso artículo nuestro ilustre paisano José García Templado, el mejor pintor de la sicologia abaranera. Hay que imaginarse la escena. Una mañana de diciembre, a eso de las siete, cuando aún no había llegado el día. Era una de esas mañanas de misas de gozo que en los pueblos preparan la navidad y donde ya se escuchan los primeros villancicos y que atraían a la juventud de la época. Una mujer se dirige al horno con su tabla de pan amasado y con su ruilla sujetándola a la cabeza, manteniendo perfectamente el equilibrio. Ella oye un ruido extraño para esa hora tan temprana y, al pasar por un callejón, ve a dos hombres discutiendo, gritándose y en el suelo peleándose a brazo partido, y la mujer de la anécdota vuelve la cabeza, manteniendo la tabla del pan en perfecto equilibrio y no se le ocurre gritar o intentar separarlos o convencerlos para que cesen en su enfrentamiento, sino que se limita a exclamar:
-¡Si el desocupo, esta mañana temprano!
Y, sin inmutarse, continuó su marcha.
JOSE S. CARRASCO MOLINA